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La Virgen de la Soledad, se trata de una efigie tardomedieval del siglo XVI, a mitad de camino entre las Vírgenes de Los Reyes, de La Sede, del Rocío y Valme entre otras, y de las primeras del Barroco sevillano. Un inminente carácter frontal con tintes hieráticos define la actitud de Nuestra Señora, otorgándole una singular majestad y elegancia; los labios entreabiertos dibujando una suave sonrisa, mas interior que exterior, la nariz recta y la disposición de los ojos caídos y lánguidos, como la arcada de sus cejas, prefiguran la alegría pascual de la Resurrección. Esta obra no experimentará esa nueva expresión que se dio a lo largo de los siglos XVIII y XIX en que a las Vírgenes se le incorporan esas nuevas tendencias, como son las lágrimas y esas expresiones llorosas y apesadumbradas muy del gusto barroco. Solo cambió la composición de sus ojos, que pintados en su origen, fueron trasformados en cristal por el escultor Juan de Astorga el día 15 de marzo de 1817.

 

Nuestra Señora de la Soledad de Castilleja de la Cuesta, que además de tener talladas la mascarilla y las manos, posee tallado todo el torso, fue realizada en el último tercio del siglo XVI para ser la titular de la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Nuestra Señor Jesucristo, creada en el ya consabido año de 1567. Durante su existencia, la talla ha sufrido a lo largo de los siglos varias restauraciones con las que no ha visto desvirtuados sus caracteres fisonómicos en profundidad, remitiéndonos a usos y técnicas vigentes en la escuela hispalense de imaginería del Dieciséis.

 

 

Documentalmente los primeros datos que se poseen acerca de las intervenciones a las que ha sido sometida la imagen, es el mencionado anteriormente correspondiente al día 15 de marzo de 1817, en la que el escultor Juan de Astorga le colocó los ojos de cristal, en sustitución de los pintados originales. Ya en el siglo XX, el día 9 de agosto de 1928, le fueron renovados los ojos por el escultor Francisco Ruiz "a las seis menos cuarto de la tarde, estando presentes el mayordomo de esta hermandad don José Tovar Oliver, y los hermanos don Juan Oliver Míguez y don José Rodríguez Pinto”. Treinta y tres años después, y tras finalizar los actos de las Jornaditas, se observan algunas grietas en el rostro de la Sagrada Imagen, debido al peso de la corona realizada por el orfebre Fernando Marmolejo, y por el movimiento a que estaba sometida la Imagen en el paso de palio. Se acordó por parte de la Junta contratar a un escultor para repararla, recayendo tal designación en el Insigne escultor Sebastián Santos Rojas, quien tras finalizar la Semana Santa de dicho año, realiza un estudio sobre el problema, ofreciéndose, tras un informe previo, a restaurar la cara de Nuestra Virgen de la Soledad.

 

La última restauración fue llevada a cabo durante el verano de 1995 por los restauradores Enrique Gutiérrez Carrasquilla y Pedro Manzano Beltrán fue de gran importancia debido al estado de precariedad en que se encontraba la Virgen. Durante este proceso, en el que se hallaron los documentos de intervenciones anteriores, se le fijaron los ojos de cristal, se le repuso alguna policromía perdida, respetando en todo momento la original, y se le consolidó y fijó el casco de la cabeza así como el torso a un nuevo candelero.

 

 

   

TEXTOS: Juan Prieto Gordillo
Profesor de la Universidad de Huelva
Historiador de la Hermandad